El dinero o la vida.
La frase que enarbola el título del presente artículo es, tristemente, célebre, sin embargo, encierra una gran enseñanza.
Esta frase nos pone en la encrucijada de la elección.
La cuestión derivada de lo anterior es, si la elección es realmente una encrucijada.
Porque a decir verdad, nuestra vida está hecha de elecciones.
¿Qué vestiré hoy? ¿Qué desayunaré? ¿Por dónde me iré al trabajo? ¿Iré a jugar?
Esas son algunas de las elecciones cotidianas, que, siendo sinceros, hacemos casi en automático.
Lo interesante del caso es que todos, sin excepción, vamos construyendo nuestra vida con base en las elecciones que hacemos día a día y, más concretamente, momento a momento.
Casarme, elegir un empleo, ahorrar, hacer ejercicio, estudiar una maestría, leer un libro, enojarme.
Son también elecciones un poco más complejas, sí, pero al fin y al cabo elecciones.
Sin embargo nuestras elecciones, de hecho todas las elecciones, encierran un “secreto”.
¡¡¡Qué suenen las trompetas y los tambores!!!
¡¡¡Vamos a desvelar el “secreto”!!!
Solo una advertencia antes de tal descubrimiento.
Y vale la pena advertirlo, porque a mucha gente, por no decir que la mayoría, le cuesta trabajo entender lo que estamos a punto de poner al descubierto.
TODAS NUESTRAS ELECCIONES TRAEN CONSECUENCIAS
¡¡¡Taran!!!
Y dichas consecuencias son solo de dos tipos: Buenas o Malas.
Una vez que entendemos plenamente esto que acabo de mencionar, nos damos cuenta de que no vale la pena o, mejor dicho, no deberíamos quejarnos de muchas de las cosas por las cuales nos quejamos, dado que todas ellas, sin excepción, son consecuencia de nuestras elecciones.
Y más divertido aún, por decirlo de alguna manera, es que NADIE, absolutamente NADIE, decide por nosotros.
Con base en lo anterior deberíamos aceptar que la situación en la que nos encontramos en éste momento (dónde estamos, lo que tenemos, las personas con las que convivimos), es resultado de las elecciones que hicimos en el pasado.
Entonces por qué culpar al “enemigo externo”, por qué echar la culpa de lo que nos pasa a nuestros padres, al maestro, al jefe, a los hijos , a los vecinos, al clima o, incluso, a Dios.
¿A caso no fue Dios quien nos concedió el maravilloso don del libre albedrío?
Herman Hesse en su poema “Solo”, dice que la vida está hecha de caminos que vamos recorriendo de la mano de alguien; pero que al final, el último paso, debemos darlo solos.
Y eso, Señoras y Señores, es la clave de todas nuestras tristezas así como de todas nuestras alegrías.
Dicho de otra manera, solo YO decido como quiero estar o como quiero sentirme.
Incluso, si estuvieran apuntándome con un arma a la cabeza y me dijeran: “camina para allá”, el que, a fin de cuentas, decide si camina o no, soy yo. Que sé las consecuencias, claro que las sé, pero la decisión final es mía.
Y de aquí nace una nueva reflexión.
En la gran mayoría de los casos, por no decir que en todos, sabemos el resultado de nuestra elección, esto es, sé si la consecuencia va a ser buena o mala.
Ejemplos:
Si me paso de copas sé que amaneceré con un gran malestar, si no ahorro sé que en un futuro tendré problemas financieros, si atiendo el celular cuando manejo sé que puedo tener un accidente, si no estudio, sé que puedo reprobar, si no me alimento bien y/o no hago ejercicio sé que tendré problemas de salud.
Y, la lista podría volverse interminable.
Dejo a Usted la tarea de hacer su propia lista.
Pero como diría Heráclito, considerado el padre de la dialéctica: “Todo en el Universo es una unión y lucha de contrarios”.
Así que,… ¡Alegrémonos!
Si la situación en la que me encuentro hoy es el resultado de las elecciones/decisiones que tomé en el pasado, significa que la situación en la que me encuentre el día de mañana, depende de las elecciones/decisiones que tome hoy.
Viéndolo de ésta manera, como dice el último verso del poema “Invictus” de William Ernest Henley: …” yo soy el amo de mi destino: Soy el capitán de mi alma.”
Entonces, ¿por qué las quejas? ¿Por qué las molestias? ¿Por qué los lamentos?
Al final, la felicidad es una elección, la tristeza es una elección, la angustia es una elección, la alegría es una elección.
En conclusión, la vida es una elección.
Y solo YO decido como vivirla.
Por su tiempo y atención, muchas gracias. Hasta la próxima.
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